PRESENCIA DE ANTAÑO

El rescate de hermosas piezas de demolición, muchas con un valor histórico detrás, permite a las viviendas nuevas adquirir un “sabor y ritmo” diferente.

NUNCA pensó aquel muchachito de catorce años, ayudante de su padrino en las demoliciones, que dedicaría su vida a esta actividad. Cuarenta años de mucha experiencia, le hicieron tomar la batuta en el ramo. Junto a él, todo su clan. Una verdadera dinastía de Valenzuela, porque don Pedro trabaja arduamente, de siete a siete, junto a su mujer, sus cuatros hijos y 170 personas. Algunos de ellos, en provincia. Siguen la huella. Ya aprendieron cómo reconocer una madera, y saber qué objetos tienen más valor.

Y en ese caminar son muchas las cosas que puede decir. Desde lo que más busca la gente cuando va a una empresa de demoliciones, hasta el sentido histórico de cada cosa, y varias anécdotas.
Así, en sus repletas bodegas conviven rejas, mamparas y puertas de la casa de Balmaceda (tres piezas) de las cuales no quiere desprenderse “para dejarme un recuerdo del presidente”. También, unos delicados balcones que se desprendieron del antiguo Liceo N°3, o vigas de pino orejón del canal 13, y vidrios biselados de la Nunciatura.

Hay mucho donde elegir. Las antiguas casonas a que pertenecieron explica su precedencia foránea. Ventanas de nogal francés, mosaicos de diferentes diseños, mármol de Carrara, antiguos vitrales traídos desde Francia.

Los que más hacen de “busquillas” son los artistas y decoradores. Hay veces que tienen muebles; éstos desaparecen en manos de los anticuarios. Los usos posteriores de cada pieza son múltiples: las persianas se transforman en biombos; las puertas con ventanillas constituyen galerías; los balaustros dividen un ambiente; rejas de forma curva pasan a ser respaldos de cama; lavamanos se ocupan como jardineras; sostienen macetas las basas de piedra… y los radiadores y calderas sin muy solicitados para el sur del país.

Pedro Valenzuela dice que de algún modo, detecta un interés mayor por las cosas viejas:”Se las h empezado a valorar”. Confiesa que la “vedette” es el pino Oregón (desde mil hasta diez mil pesos vale el metro, según dimensiones); le siguen de cerca el linguae, cedro y raulí.

Hay vigas de grandes proporciones, como la sacada de una casa de la Avenida Errázuriz, en Valparaíso, de quince metros de largo (de 12×12). Incluso se pueden entregar cepilladas; tal como las puertas, que si se desean se piden raspadas.

 

Detalles
Ente las anécdotas, Pedro Valenzuela – arrellanado en un sillón, junto a un escritorio que dice perteneció a Balmaceda – recuerda: “Hicimos la demolición de una panadería que tenía una caja de fondos. Aparecieron los herederos de la propiedad, quienes querían sacar unas escrituras que suponían podían estar ahí. La sorpresa fue grande cuando, al abrirla, vimos que contenía dólares, relojes y monedas antiguas en un doble fondo. Conservo la caja como recuerdo. No nos dijeron nada…”.

Entre lo que más le ha sorprendido fue la demolición del J.J. Aguirre, en 1952: “Encontramos muchas calaveras (más de 300) en los jardines; se rumoreaba que de ahí sacaban el aceite humano, que ocupaban para curar heridas. Todo pasó a formar parte del terreno”…

Mientras él habla, sonriendo al recordar, muchas personas de diferentes niveles económicos buscan en sus bodegas. Desde las planchas de zinc, pasando por la palmeta de fino parquet, hasta llegar a una completa línea de sanitarios, o un callejón, que aún pueden ocupar lugar en su casa nueva.

Luz María de la Vega Prat
Reportaje del diario
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